Luis Reyes
El reconocimiento a la propiedad de su obra y la creación de nuevos contratos con los editores en los que se incluyan pagos proporcionales en función de las ventas para el dibujante, es la misión de la Sociedad Mexicana de Historietistas (SMH).
A decir de su presidente Francisco Ortega, los historietistas se unieron en una sociedad autoral porque las editoriales disminuyeron la cantidad de trabajo y depreciaron el pago por cartón; no obstante las grandes ganancias que la historieta aún les genera.
Otra de las causas, dijo, es que los editores estandarizaron mediante la subdivisión del trabajo, el pago de los dibujantes sin tomar en cuenta experiencia y trayectoria, además de que optaron por realizar contratos unilaterales.
Según Ortega el origen de las subdivisiones surgió cuando en los años 40 los tirajes se incrementaron. El editor para subsanar la demanda hizo que los dibujantes se dedicaran a escribir; el guionista original era el mismo dibujante.
Para los 50 -prosigue- la demanda fue mayor y empiezan a involucrar a escritores de historieta sin ser propiamente dibujantes y llega una etapa donde los escritores crean personajes en mancuerna con un dibujante como en Chanoc o La pantera.
“En los 80 fue más evidente por el incremento de ventas. En editorial NIESA hay argumentista, dibujante y portadista. En Mango y Toukan existe el dibujante a lápiz, el dibujante de la figura, el entintador, el escenógrafo. A las editoriales les beneficia porque la obra es indivisible, lo que los acredita como dueños morales de la obra”.
Constituida desde 1984, la SMH cuenta con unos 300 socios activos y gestiona el pago, cobro y entrega de regalías a sus socios, y retiene un porcentaje para la administración del organismo.
“La historieta actual sigue existiendo y se puede decir que ya no existen los grandes tirajes que dejaron jugosas ganancias aunque sigue siendo un negocio bastantes atractivo, con temáticas gastadas donde los editores no quieren innovar.
“Una constante que surge es la enajenación de los derechos patrimoniales, donde en el contrato de la empresa, el dibujante cede la libre explotación de la obra a cambio de una contraprestación, pero hay artículos que no nos favorecen”, considera.
Al respecto, la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), refiere que los derechos patrimoniales son los que tiene el autor para explotar de manera exclusiva sus obras, o autorizar a otra persona dicha explotación.
Un caso muy conocido en el que la editorial explotó la obra del autor sin su consentimiento fue el Memín Pinguín. Sixto Valencia, su creador, acusó que en la segunda edición de color sus dibujos fueron plagiados. “Fue cuando los demandé en 1985”.
“El derecho de la obra no lo conseguí. Malenick (presidente de editorial VID) me dijo: Es de mi madre (Yolanda Vargas Dulché). ¿Y cómo tengo el registro yo? –Le dije. No sé cómo le habrás hecho – me respondió. Le reclamé: Por qué no renovaron su registro, hay que pagarlo cada año”.
Como integrante del grupo de El Libro Vaquero en Novedades Editores, Ortega narra: “La empresa nombró un director de arte para conformar un equipo para crear un western semanal apegado a la idiosincrasia del mexicano. Cuando Novedades Editores cambió a Nueva Impresora (Niesa) a los creadores se nos expulsó del proyecto.
“Iniciamos una demanda laboral en 2002 que duró ocho meses y nos liquidaron. Ahora los dibujantes que laboran para NIESA retoman la idea y se ‘refritea’ los guiones. Metimos una demanda autoral por la titularidad de El Libro Vaquero. La empresa se apropió de los derechos patrimoniales.
“Lo trascendente es que nunca se había metido una demanda en grupo de esta magnitud. Optaron con liquidarnos y empezamos una nueva relación con NIESA. Al lapso de dos años dejan de pagarnos. En 2006 volvimos a demandar y ganamos”.
Una realidad más positiva ha sido para historietistas como Bachan. Explica: “Sueño hecho realidad en Caligrama. Un editor que publica mis historias, confiando en mis ideas, y que no me obliga a cambiar mis contenidos salvo mis ocasionales faltas de ortografía. Que comparte el riesgo en vez de sólo pagar por el trabajo”.
“En Caligrama nos dan adelantos y pagan por porcentaje de venta. Algo más justo, pero que requiere mucho más compromiso por parte del autor”.
La experiencia del historietista Bef es que en Editorial Resistencia ha logrado tener el mismo trato como cualquier otro autor de libros. Eres “dueño de tus derechos patrimoniales, de traducción y personajes y el editor te paga por regalías de ventas.
El ilustrador Betteo refiere que las regalías no son parte común de los contratos. ”Hay que batallar por ellas y esperar que la publicación se venda. Si no, valga la broma, uno termina debiéndole dinero a las editoriales”.
Édgar Clément, creador de la novela gráfica Operación Bolívar ejemplifica que termina el cómic y lo ofrece a una editorial. “Pacto un pago por páginas y por regalías. Mi trabajo como el del editor es capital de riesgo”. Clément no sólo dibuja y escribe sus historias, sino que también se ha autoeditado.
“Los nuevos dibujantes tienen que competir con niveles de calidad muy altos y baratos. Hay editoriales que prefieren pagar licencias que arriesgar con un autor nuevo. Se tiene que ser bastante bueno para trabajar en una editorial mexicana o ir a Europa o Estados Unidos a buscar mejores oportunidades”.
Sonia Batres, editora de Caligrama, opina que el autor sí puede ofrecer directamente su obra al lector, sin embargo “renuncia a la corrección de estilo, el aval generado por el crédito mercantil de la editorial, la promoción del autor y la obra, y la comercialización”.
“Aunque del gobierno no existen limitantes, tampoco existe ningún fomento. Lo que nos afecta es la poca competitividad de la industria gráfica; producir un libro en México dirigido a nichos es demasiado caro”, acota.
Después de la demanda con Novedades Francisco Ortega, sostiene que se rompió el tabú de que no se podía tocar a las empresas. “La sociedad llegó a tener convenios con Novedades, donde se establecieron regalías sobre las ganancias netas. Además se buscan contratos que determinen la relación entre editor y autor, donde no se esquilme los derechos del dibujante.
“En la actualidad nos aplican un artículo diseñado para autores de enciclopedia donde es muy difícil determinar al autor pues en ese tipo de publicaciones colaboran varios especialistas. Sobre esta figura, la obra la consideran indivisible”.
“Hemos intentado cooperativas que hasta el momento no han tenido éxito. Esto es una forma de eliminar al editor o intermediario. La historieta que existe es la que quiere el editor, no la que crea el autor. Los grandes proyectos están guardados en los cajones”.
Considera que el trabajo del historietista debe ser revalorado pues se le paga por crear una publicación que integra tres artes: literatura, dibujo y pintura y reitera que los malos ingresos ha obligado a que los dibujantes decidan ir a Francia, Estados Unidos, Bélgica, Japón, Canadá.
“La sociedad de autor es la nave que nos pude llevar a que los derechos se cumplan y que sea el enlace con otros grupos de creadores para que el autor pueda pensar en una nueva historieta en México donde confluyan todas las corrientes”, concluye.
El reconocimiento a la propiedad de su obra y la creación de nuevos contratos con los editores en los que se incluyan pagos proporcionales en función de las ventas para el dibujante, es la misión de la Sociedad Mexicana de Historietistas (SMH).
A decir de su presidente Francisco Ortega, los historietistas se unieron en una sociedad autoral porque las editoriales disminuyeron la cantidad de trabajo y depreciaron el pago por cartón; no obstante las grandes ganancias que la historieta aún les genera.
Otra de las causas, dijo, es que los editores estandarizaron mediante la subdivisión del trabajo, el pago de los dibujantes sin tomar en cuenta experiencia y trayectoria, además de que optaron por realizar contratos unilaterales.
Según Ortega el origen de las subdivisiones surgió cuando en los años 40 los tirajes se incrementaron. El editor para subsanar la demanda hizo que los dibujantes se dedicaran a escribir; el guionista original era el mismo dibujante.
Para los 50 -prosigue- la demanda fue mayor y empiezan a involucrar a escritores de historieta sin ser propiamente dibujantes y llega una etapa donde los escritores crean personajes en mancuerna con un dibujante como en Chanoc o La pantera.
“En los 80 fue más evidente por el incremento de ventas. En editorial NIESA hay argumentista, dibujante y portadista. En Mango y Toukan existe el dibujante a lápiz, el dibujante de la figura, el entintador, el escenógrafo. A las editoriales les beneficia porque la obra es indivisible, lo que los acredita como dueños morales de la obra”.
Constituida desde 1984, la SMH cuenta con unos 300 socios activos y gestiona el pago, cobro y entrega de regalías a sus socios, y retiene un porcentaje para la administración del organismo.
“La historieta actual sigue existiendo y se puede decir que ya no existen los grandes tirajes que dejaron jugosas ganancias aunque sigue siendo un negocio bastantes atractivo, con temáticas gastadas donde los editores no quieren innovar.
“Una constante que surge es la enajenación de los derechos patrimoniales, donde en el contrato de la empresa, el dibujante cede la libre explotación de la obra a cambio de una contraprestación, pero hay artículos que no nos favorecen”, considera.
Al respecto, la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), refiere que los derechos patrimoniales son los que tiene el autor para explotar de manera exclusiva sus obras, o autorizar a otra persona dicha explotación.
Un caso muy conocido en el que la editorial explotó la obra del autor sin su consentimiento fue el Memín Pinguín. Sixto Valencia, su creador, acusó que en la segunda edición de color sus dibujos fueron plagiados. “Fue cuando los demandé en 1985”.
“El derecho de la obra no lo conseguí. Malenick (presidente de editorial VID) me dijo: Es de mi madre (Yolanda Vargas Dulché). ¿Y cómo tengo el registro yo? –Le dije. No sé cómo le habrás hecho – me respondió. Le reclamé: Por qué no renovaron su registro, hay que pagarlo cada año”.
Como integrante del grupo de El Libro Vaquero en Novedades Editores, Ortega narra: “La empresa nombró un director de arte para conformar un equipo para crear un western semanal apegado a la idiosincrasia del mexicano. Cuando Novedades Editores cambió a Nueva Impresora (Niesa) a los creadores se nos expulsó del proyecto.
“Iniciamos una demanda laboral en 2002 que duró ocho meses y nos liquidaron. Ahora los dibujantes que laboran para NIESA retoman la idea y se ‘refritea’ los guiones. Metimos una demanda autoral por la titularidad de El Libro Vaquero. La empresa se apropió de los derechos patrimoniales.
“Lo trascendente es que nunca se había metido una demanda en grupo de esta magnitud. Optaron con liquidarnos y empezamos una nueva relación con NIESA. Al lapso de dos años dejan de pagarnos. En 2006 volvimos a demandar y ganamos”.
Una realidad más positiva ha sido para historietistas como Bachan. Explica: “Sueño hecho realidad en Caligrama. Un editor que publica mis historias, confiando en mis ideas, y que no me obliga a cambiar mis contenidos salvo mis ocasionales faltas de ortografía. Que comparte el riesgo en vez de sólo pagar por el trabajo”.
“En Caligrama nos dan adelantos y pagan por porcentaje de venta. Algo más justo, pero que requiere mucho más compromiso por parte del autor”.
La experiencia del historietista Bef es que en Editorial Resistencia ha logrado tener el mismo trato como cualquier otro autor de libros. Eres “dueño de tus derechos patrimoniales, de traducción y personajes y el editor te paga por regalías de ventas.
El ilustrador Betteo refiere que las regalías no son parte común de los contratos. ”Hay que batallar por ellas y esperar que la publicación se venda. Si no, valga la broma, uno termina debiéndole dinero a las editoriales”.
Édgar Clément, creador de la novela gráfica Operación Bolívar ejemplifica que termina el cómic y lo ofrece a una editorial. “Pacto un pago por páginas y por regalías. Mi trabajo como el del editor es capital de riesgo”. Clément no sólo dibuja y escribe sus historias, sino que también se ha autoeditado.
“Los nuevos dibujantes tienen que competir con niveles de calidad muy altos y baratos. Hay editoriales que prefieren pagar licencias que arriesgar con un autor nuevo. Se tiene que ser bastante bueno para trabajar en una editorial mexicana o ir a Europa o Estados Unidos a buscar mejores oportunidades”.
Sonia Batres, editora de Caligrama, opina que el autor sí puede ofrecer directamente su obra al lector, sin embargo “renuncia a la corrección de estilo, el aval generado por el crédito mercantil de la editorial, la promoción del autor y la obra, y la comercialización”.
“Aunque del gobierno no existen limitantes, tampoco existe ningún fomento. Lo que nos afecta es la poca competitividad de la industria gráfica; producir un libro en México dirigido a nichos es demasiado caro”, acota.
Después de la demanda con Novedades Francisco Ortega, sostiene que se rompió el tabú de que no se podía tocar a las empresas. “La sociedad llegó a tener convenios con Novedades, donde se establecieron regalías sobre las ganancias netas. Además se buscan contratos que determinen la relación entre editor y autor, donde no se esquilme los derechos del dibujante.
“En la actualidad nos aplican un artículo diseñado para autores de enciclopedia donde es muy difícil determinar al autor pues en ese tipo de publicaciones colaboran varios especialistas. Sobre esta figura, la obra la consideran indivisible”.
“Hemos intentado cooperativas que hasta el momento no han tenido éxito. Esto es una forma de eliminar al editor o intermediario. La historieta que existe es la que quiere el editor, no la que crea el autor. Los grandes proyectos están guardados en los cajones”.
Considera que el trabajo del historietista debe ser revalorado pues se le paga por crear una publicación que integra tres artes: literatura, dibujo y pintura y reitera que los malos ingresos ha obligado a que los dibujantes decidan ir a Francia, Estados Unidos, Bélgica, Japón, Canadá.
“La sociedad de autor es la nave que nos pude llevar a que los derechos se cumplan y que sea el enlace con otros grupos de creadores para que el autor pueda pensar en una nueva historieta en México donde confluyan todas las corrientes”, concluye.
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