viernes, 11 de marzo de 2011

De lo que significa el PRI para el sistema político mexicano y sobre su futuro



En la historia del México actual no podemos entender a la política sin el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El partido hegemónico que durante 71 años gobernó ininterrumpidamente a un país, calificado por Mario Vargas Llosa como “la dictadura perfecta”. Un instituto político que tiene como génesis el término de la Revolución, producto del descontento por 30 años del llamado Porfiriato.
El PRI surge en medio de una crisis política derivada de los caudillos que hicieron posible la lucha armada, tras el asesinato del Presidente reelecto Álvaro Obregón. Para controlar el descontento provocado por aquel crimen, Plutarco Elías Calles funda un partido con el objetivo de normar a la clase política gobernante para que accedan al poder de una manera pacífica y ordenada.
Para ello, tuvo que recurrir al apoyo de distintos sectores de la sociedad que vieron en la Revolución una solución para mejorar sus condiciones de vida. Así, campesinos, militares, profesionistas, maestros, electricistas, petroleros, doctores, empresarios, entre otros, fueron aglutinados al interior del partido en corporaciones que le dieron presencia “democrática” a través del voto, es decir, le daban legalidad y legitimidad para gobernar.
El PRI impuso en sus inicios una manera de gobernar centralista con el fin de debilitar el poder que tenían los gobernadores. Asimismo planteaba a la “soberanía” como eje rector de desarrollo, concepto que con el tiempo y la llegada de los tecnócratas cambiaría.
A lo largo del periodo priísta se crearon instituciones y empresas paraestatales para satisfacer necesidades requeridas como nación tales como el Banco de México, la Comisión Nacional Bancaria, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado, la Comisión Federal de Electricidad, Petróleos Mexicanos, la Lotería Nacional, por mencionar algunas que hasta nuestros días siguen vigentes y funcionando.
En esos 71 años que gobernó, algunos estudiosos del proceso político mexicano hablan que de 1920 a 1940 se construyó la estabilidad social al pasar de los balazos a los comicios; de 1940 a mediados de los 70 llega a su época de auge en los planos políticos y económicos, lo que se refleja en varias industrias que florecieron y otra tantas que crecieron también beneficiados por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
A partir de mediados de los 70 al 2000, es cuando viene la ruptura y la decepción, resultado de varias devaluaciones, el resquebrajamiento del tricolor por pugnas internas y la entrada de nuevos factores como partidos de oposición, guerrillas, movimientos y líderes sociales que contribuyeron al proceso de democratización. Es así como llega el Partido Acción Nacional (PAN) a la Presidencia.
Para Jenaro Villamil en su libro Ruptura en la cúpula existen tres vertientes que dan origen a esta crisis al interior del PRI: el desplazamiento de la vieja clase política frente al ascenso de una nueva élite tecnocrática, el desgaste acelerado del modelo corporativo que ya no legitimaba al tricolor ante una sociedad que demandaba más espacios para influir en la vida democrática del país y la implantación de un proyecto económico que se contraponía a sus raíces históricas de soberanía y nacionalismo al aplicar el modelo neoliberal.
Estos tres factores explican la decadencia del PRI que terminó con la dolorosa derrota que le significó el año 2000 cuando Vicente Fox Quesada, se unge como nuevo Presidente de la República utilizando el poder de la pantalla y el marketing político para lograrlo y derrotar la gran maquinaria del Institucional.
Por otra parte, la transición significó la abdicación del Estado para controlar a los grupos de poder fácticos ahora más influyentes en la vida democrática: el narcotráfico, los empresarios de los medios de comunicación electrónicos, los corporativos transnacionales y los cárteles de la droga.
Como ejemplo, El sexenio de Televisa, libro de Jenaro Villamil, nos ofrece un parámetro sobre cómo el consorcio televisivo de Emilio Azcárraga Jean le apostó a dos propuestas en la transición: “Dejar de ser un soldado del Presidente, de tal manera que los políticos de todos los partidos se volvieran sus propios soldados y trasladar su condición de monopolio televisivo a la de gran corporativo de telecomunicaciones, dominante en la nueva era de la digitalización y del triple play”.
Villamil explica en su texto Si yo fuera presidente que Televisa se ha convertido en un poder fáctico con amplias facultades metaconstitucionales, término que Jorge Carpizo popularizó en El presidencialismo en México. La capacidad de “palomear” o “vetar” los candidatos a gobernadores y a presidentes de la República en todos los partidos, imponer leyes o “congelar” aquellos ordenamientos que no sean de su agrado, “imponer sin ninguna competencia de por medio el “precio” a la democracia”.
En años recientes, Enrique Peña Nieto se perfila como el candidato del PRI a la Presidencia de la República. Si yo fuera presidente enumera cómo logro lo anterior: Utilizar el rating de Televisa para posicionar su popularidad, efectuar gastos dispendiosos y opacos en la que la principal beneficiada es Televisa y gobernar mediante el marketing, indispensable para alcanzar el poder ofreciendo logros de gobierno graduales, eficaces y solemnes.
De regresar el PRI, cabe reflexionar de qué manera llegará y el tipo de control que ejercerá para con Televisa, televisora que junto a Tv Azteca, comenzaron una guerra contra Telmex. Porque las televisoras de alguna forma, han desplazado atribuciones que el Estado mexicano se ostentaba, y ahora el capital privado, ejerce ese poder de una manera más directa.
Si Enrique Peña Nieto llega a la Presidencia, llegará maniatado con los posibles pactos que Felipe Calderón pueda ejercer en este conflicto, todo parece indicar que se inclina por la televisora de Azcárraga Jean, pero el sexenio aún no termina.
Cabe reflexionar otro aspecto. El 4 de marzo, Humberto Moreira Valdés, dijo en su primer mensaje como presidente nacional del tricolor que el partido es invencible mientras se mantenga unido. “El PRI es la fuerza de México y para que los escuchen bien y desde ahora, en 2012, el PRI va ganar. A un priísmo cohesionado no le atemorizan las alianzas impúdicas que solamente se hermanan en su obstinación de frenar lo inevitable, el avance del PRI”.
Sin embargo las alianzas en los estados de Sinaloa, Puebla y Oaxaca en los comicios de 2010, demostraron que el PRI no es invencible y se le puede ganar, independientemente de las diferencias ideológicas y pragmáticas que existen entre el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN).
Si bien en tiempos del PRI, la política de los Estados Unidos había sido intervencionista y disimulada; a mi parecer, los gobiernos panistas han sido más débiles y sumisos para enfrentar los desafíos que en materia de seguridad atraviesa el país, derivado de los cables de Wikileaks que sólo confirman el sometimiento del Estado mexicano a la clase gobernante estadunidense.
Ahora, Felipe Calderón parece augurar que la caballada panista es flaca y débil pues pidió a sus correligionarios a buscar el mejor candidato para la Presidencia de la República sea o no militante del PAN. Lo que para Gustavo Madero, líder nacional del blanquiazul no le cayó en gracia dicha declaración del Ejecutivo y defendió a los aspirantes de ese instituto político.
Los comicios de julio de 2011 en el estado de México son clave para ejecutar viejas prácticas que el tricolor conoce desde la corrupción, en uno de los estados en donde se ejercen millones de votos, se obtienen grandes negocios económicos y se desplegará el proyecto político que gobernará para beneficio de personajes muy conocidos en la política mexicana y en detrimento de la sociedad: Carlos Salinas de Gortari, Elba Esther Gordillo –que en mi percepción se sumará al mejor postor—, Alfredo del Mazo y Carlos Hank González, entre otros.

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