lunes, 13 de septiembre de 2010

La Conquista femenina


Luis Reyes
¿Llegaron mujeres con Cortés? ¿Quiénes eran? ¿Cómo era el mundo de las mujeres aztecas? ¿Cómo amaban las unas y las otras? ¿Cómo sobrevivieron el mundo de la guerra? Estas interrogantes son abordadas en Vainilla, de Angélica Sánchez, una novela histórica que entreteje voces femeninas para contar La Conquista.
El libro es una continua reflexión introspectiva de sus personajes: la traductora Malintzin, asociada a la madre violada en el ensayo El Laberinto de la soledad, de Octavio Paz; Sor Espada, española que después de religiosa, se disfraza de hombre en busca de libertad en el Nuevo Mundo; y Lourdes, otra española que también viene a la Nueva España con el fin de encontrar un marido enriquecido por la guerra.
En entrevista, Angélica Sánchez, explicó que consiguió una beca de la Universidad de Arizona en el Departamento de Estudios Latinoamericanos para ir a Sevilla, la cuál le permitió elaborar una investigación sobre los Asuntos de Contratación del Archivo de Indias. “Ahí están los contratos que se hicieron, los nombres de españoles que vinieron y desembarcaron en México. “Fue una gran experiencia como escritora haber recurrido a las fuentes. Esa sensación de veracidad porque el objetivo principal del libro es darle voz a todas las mujeres de esa época. Al principio iba a enfocarse más a las indígenas. Cuando llegué allá, me dí cuenta que de las españolas tampoco conocemos mucho”.
En su opinión la mujer indígena fue la que más perdió “porque antes se veía reflejada en todo ámbito. Habían diosas grandes como la Coatlicue que manejaban El Cielo y La Tierra. Por cultura los aztecas tenían una mente cosmogónica de equidad y armonía donde la mujer era igual de importante que el hombre. Por el contrario, las españolas llegaron necesitando un hombre que les administrara el dinero y su espíritu. Eran consideradas menos que el hombre”.
La también dramaturga resaltó que Malintzin se convirtió en el anillo que unió dos culturas, aunque nadie sabe si lo que dijo lo dijo realmente Cortés. “En su boca estuvieron dos mundos, unió dos universos. Está ignorada desaparecida, borrada. Hay una deuda histórica con ella”, precisó.
A pesar del choque cultural, esgrimió, la mujer no perdió nunca porque jugó un papel importante para conservar las historias y tradiciones del pasado indígena a través del huipil.
“El huipil es historia y significado en cada color y figura. Es una deuda histórica rescatar la voz de la mujer. Merecemos saber de dónde venimos para entendernos mejor y dar respuesta a nuestro comportamiento”.
El texto de la editorial Amarillo Editores retoma al huipil, prenda típica del sur del país que preserva la historia contada por las mujeres de generación en generación y que está conformada por tres piezas rectangulares unidas en una sola; decorada con grecas con forma de flores o estrellas. “Cuando la mujer viste su huipil se coloca en el centro del universo”, menciona la escritora.
Dijo que para escribir su obra tuvo contacto con María Luisa Puga, quien antes de fallecer escribió el prólogo de su obra y la alentó a terminarla. “Necesitaba transgredir para acercarme a los temas que me interesaban. De una forma ella me impulsó. Fue mi guía”, abundó.
A través de las páginas de Vainilla se narra la historia de Malintzin, nacida el doceavo día según consta en el libro de los destinos. Un día nefasto. Su padrastro la regaló a unos indios que la vendieron a un señor de Tabasco. Años más tarde éste la obsequió como esclava a unos dioses que llegaron del Oriente. Fue como conoció a Cortés, quien le pidió que fuera su traductora por hablar náhuatl y maya.
Ella testifica la derrota de Hernando y sus lloriqueos en un árbol de Tacuba. El cambio de la lengua y la religión y cómo después de caer Tenochtitlán, la única preocupación del conquistador era el oro, no la ciudad devastada. Posteriormente conoció a Macuilzochitzin, princesa mexica que tejió el huipil que guarda aquélla historia.
El relato de Sánchez también cuenta que Sor Espada fue internada en un convento a los cuatro años. Cuando cumplió los 15, tomó las llaves de la puerta principal del lugar, se cortó el cabello y escapó vestida de hombre. Así supo que un galeón partía al Nuevo Mundo y se enroló con Hernán Cortés. Espada calcula que los que realizaron tan peligrosa travesía eran 600 hombres y 13 mujeres.
Así pasó el hambre por la selva, mató a indígenas en Tlaxcala, derrotó a los aztecas y hasta festejó la reconquista, luego de que se organizara un baile en el palacio de Coyoacán. Presenció la reconstrucción de la ciudad y los burdeles de mujeres andaluces para los españoles melancólicos por su patria.
Para Lourdes, los navíos en los que se embarcaron eran insalubres pero al atracar en Veracruz la trataron como a una reina. Pronto se enteró de que su esposo había estado viviendo con una india bajo un mismo techo. Su testimonio describe la situación política inestable, la usurpación por el poder, los enfrentamientos, el desorden burocrático.
De Sor Espada, agregó que en realidad se llamaba Catalina de Erauso, monja de alférez. Sus memorias en 200 hojas sueltas se fueron desperdigando a través de los siglos hasta quedar sólo un puñado de manoseados fragmentos que rescató a mediados del siglo pasado un investigador de Xalapa.
Sánchez reconoció que después de escribir la novela, puede decir que viene “de una tierra en donde nuestras antecesoras se arremangaron los huipiles para luchar contra los españoles; que no solo era sumisas y traidoras sino que manejaron grandes rituales aztecas, la economía. Eran poetas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario