martes, 23 de marzo de 2010

La etica, lo clandestino y lo oficial

La clandestinidad se abre como alternativa en las redes sociales para cualquier ciudadano y para desgracia de los gobernantes.
Lo que se olvida es que el periodista es autónomo, independientemente el medio en el que trabaje, puede escribir lo que no puede en su medio, en otros. Buscar los resquicios, lo nuevo, lo clandestino podría ser una nueva ruta.
Facebook y Twitter son nuevas herramientas que puede utilizar el periodista, lo que no significa que sea periodismo o que un ciudadano pueda ejercer periodismo.
Porque al twittero tal vez le faltarán elementos para interpretar y eso dependerá de su cultura. Sin embargo, el periodista puede hacer uso de estas herramientas como una alternativa para publicar lo que en otros lados no puede.
Porque desde un blog tus contactos podrán leerte porque “en la clandestinidad se respiran aires libertarios” y “alto tiraje no significa mayor influencia”.
De hecho esto lo vemos con escritores que nunca han podido que sus obras sean publicadas por una editorial, o músicos que no logran grabar con los grandes consorcios musicales y así por el estilo.
Es una forma, distinta, diferente y que tiene que ser retomada. La autonomía de uno para decir algo importante: eso también es periodismo.
Mi opinión es que la ética periodista se encuentra en cada uno que la ejerce. Si tu entrevistado te pide que no lo cites porque esa información pone en peligro su vida, no lo citas.
Tiene mucha razón Omar Raúl Martínez cuando dice sobre las cinco razones por las cuales se incurre en conductas alejadas de toda integridad, responsabilidad y profesionalismo dentro de esta profesión: corrupción, conflicto de intereses, espectacularización de la noticia, falta de acceso a la información de los órganos del estado (lo que deriva en engaño) y ausencia e incompetencia del periodista.
Estos vicios seguirán existiendo en aquellos reporteros que su ideal no sea el de servir y pienso que los periódicos son necesarios para la sociedad y aunque existe mucha desinformación, el ciudadano tiene la obligación de comparar la oferta comunicativa que ofrece cada uno y hacer su propio criterio.
Los verdaderos periodistas ofrecen una lectura distinta a lo expuesto, a lo superfluo. Llenan de contexto la nota informativa, con datos, con periodismo de investigación, que cuesta más trabajo pero que deja más satisfacciones.
Es posible que las grandes cadenas de comunicación deban buscar resquicios para presentar información que denuncie. Un periódico sin publicidad deja de existir, muchos alienados con las diferentes esferas del poder.
Debemos preguntarnos si es ético que un intelectual, fotógrafo o periodista se llene de premios a base de dolor y tragedia de la gente común, o si es ético que el periodista reciba el famoso “embute” ante los míseros salarios y explotación dentro de las redacciones.
El periodista tiene que informar para que la ayuda llegue como en el caso de la inundación en Chalco, o el terremoto en Haití. Su labor no es la de rescatar, lo que no significa que puede asistir a una persona si sus posibilidades se lo permiten.
Por otra parte, el periodista debe de exigir derechos laborales, crear condiciones que permitan el reconocimiento a su labor a partir de asociaciones civiles o sindicatos, a pesar de los obstáculos que existan.
Hay que diferenciar el periodismo que desacredita la profesión y me refiero al que se centra en escoger la tragedia y sangre para vender conocido como “amarillista”. Ese que utiliza una escritura exagerada y excesiva y aquel otro el que recibe el “embute” desde su una cabina de radio, periódico o cabina de televisión.
“En la literatura siempre se delata el literato”, por lo que coincido en que los elementos básicos del periodismo son la denuncia y la sinceridad.
Otro factor es que la cultura del entretenimiento y la cultura popular han trastocado al periodismo y lejos de retomar en debate en los cambios que requiere nuestra sociedad, se han enfocado en mostrar lo superficial, lo que entretiene pero no informa, que manipula y aliena, lo que vende.
Ahí están el Teleguía y demás publicaciones bochornosas que también son un reflejo del escaso nivel cultural de los lectores mexicanos.
Repetición infinita de irreflexión e información basura en los televisores, en la radio y en los periódicos que se debe erradicar.
La educación y la cultura en el periodismo podrían erigirse como los libertadores de la desinformación en un mundo donde los datos en Internet corren en demasía y con mucha celeridad.
“El cómo se dice importa tanto como el qué se dice” y cada diario lo hace a su manera. El lector escogerá con quien tiene más afinidad y escogerá aquel que le ofrezca información que le sirva.
Para los jóvenes no hay discusiones ni polémica ni debates porque se han uniformado criterios de las llamadas “vacas sagradas” del periodismo a las cuáles no se les puede cuestionar porque lo creen saber todo.
Tampoco enseñan al novato porque si le enseñan existe el riesgo de que lo puedan reemplazar. Mediocre pensamiento en las redacciones.
Como dice Víctor Roura, en el caso de la prensa cultural. Los principales rotativos del DF se hallan secuestrados por los llamados intelectuales, por las grandes editoriales o por funcionarios públicos.
Las páginas del periódico se llenan entonces con temas elitistas, inaccesibles al tipo de lector que tenemos en México. Un periodista es un escritor aunque un escritor no necesariamente tiene que ser un periodista. Yo agregaría que es un testigo y narrador en su particular punto de vista.
También es cierto que muchos quieren difusión, publicación de una nota para intereses ajenos a lo que es el periodismo. El periodismo pone en la palestra lo relevante y no para exaltar el ego de aquél que buscó al medio para salir a nivel nacional y hacerse publicidad gratis.
En este rubro de periodismo cultural, recuerdo una experiencia en el periódico La Jornada cuando hacía una suplencia como redactor con Pablo Espinosa. Estaba trabajando un reportaje en 2008 sobre la historieta en México que cumplía 100 años como cultura popular y se me ocurrió entrevistar a Carlos Monsiváis.
Sabía de su afinidad para coleccionar las historietas de La Familia Burrón. Le pedí una entrevista, hablé con él por teléfono y me dijo que le enviara las preguntas por correo. Nunca las contestó.
Posteriormente entrevisté a Bachán, un historietista de la nueva ola. Lo que me dijo, considero, se me hizo importante, novedoso y actual. Lo que pudiera haber dicho Monsi, con sus divagaciones, tal vez, hubiera sido intrascendente en mi reportaje, el cuál, nunca se publicó.
En mi opinión el compromiso social y la reflexión que puedas provocar en el lector, deben ser los principales ejes que rijan la actividad periodística y ese debe ser el ideal.
Me parece que es necesario que se regrese a los principios que dieron origen al periodismo y también se presenta como la nueva estrategia para decir algo distinto, de manera inteligente y reflexiva.

1 comentario:

  1. Buena reflexión Luis, yo creo que Twitter y las redes sociales asustan cañon a esos periodistas intocables, por ello su miedo y desacreditación. Por otra parte, lo que comentabamos aquel día que se publicaron los mejores 200 periódicos del mundo... en esa lista no aparece ni un diario mexicano... saludos carnal.

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