martes, 23 de marzo de 2010

El derecho ciudadano de informarse en tiempos del narcotráfico

Aunque los tiempos han cambiado, el Presidente de México en turno sigue pensando que dar dinero a un medio es sinónimo de que estos tienen que someterse al Estado; no hablar mal.
Retomo el pensamiento del ex presidente de México, José López Portillo, quien decía que el gobierno pagaba dinero para que no les pegara la prensa. Que esta actitud de los medios no era sana. Como si la prensa tuviera que acatar las reglas del gobierno por el simple hecho de recibir dinero para difundir sus programas sociales, detenciones de grandes capos del narcotráfico, etc.
El periodismo es muy claro y quien no lo entienda así, cae en el error de no ejercer su verdadera labor. La línea editorial es una, en tanto que la publicidad que se recibe por parte del gobierno es otra. De eso viven, unos castigados, otros consentidos. Lo que también es innegable es que en los medios escritos como electrónicos quien paga no recibe golpes mediáticos.
Hace unas semanas, Felipe Calderón estalló al afirmar que mientras el gobierno federal gasta millones de pesos para estar en una primera plana de cualquier diario, a los narcotraficantes que pegan sus narcomantas en las ciudades donde existe el fenómeno del narco se las dan gratis.
Las narcomantas hacían alusión a que el gobierno de Calderón ha protegido al cártel de Sinaloa, El Chapo Guzmán y que la organización delictiva del Golfo se había asociado con el cártel de Sinaloa y La Familia. El Ejecutivo tuvo que salir en defensa de su gobierno y decir que no había distingos en la guerra contra el narcotráfico.
Este problema se ha acrecentado en años recientes; recordemos la psicosis que hizo presa a la ciudad de Reynosa. Los principales periódicos del Distrito Federal, publicaron que los ciudadanos de esta ciudad fronteriza han utilizado las redes sociales como Twitter y Facebook, como una herramienta para informarse sobre las posibles balaceras en puntos de alto riesgo como son escuelas, centros comerciales, etc.
Ciro Gómez Leyva se abalanzó en contra de Twitter y Facebook. Las descalificó al afirmar que estas redes sociales sólo difundían rumores y mentiras. Pero cabe la pregunta ¿Por qué no utilizarlas si el ciudadano se encuentra en total desprotección debido a que los medios locales de allí han permanecido callados ante tal problemática?
Es claro que los periodistas tampoco lo difunden porque existe la amenaza de los dos grupos que se pelean esa plaza: El cártel del Golfo y Los Zetas, brazo armado de este cartel.
El pacto de los reporteros es no difundir información sobre esta guerra. Las notas se firman sin nombre ante las amenazas de muerte que reciben. Difundir esta disputa es hacerle propaganda a uno u otro grupo, lo que no agrada a los narcos. Por eso no se difunde.
Hay periodistas que prefieren eso, no exponer sus vidas por miedo, porque en sus propios medios existe una desprotección hacia su integridad como persona.
La ética en este sentido es la de informar. Pero, ¿Informar para después morir? El derecho a la información es necesario, pero tiene que ir acompañada desde el Estado y las empresas informativas y si éstas no aseguran la mínima protección, entonces es más difícil ejercer un periodismo comprometido con la sociedad.
A pesar de eso, existen los periodistas que lo difunden por otros medios, de otras formas. Quedarse callado es ocasionar que el miedo se propague y que también se apodere el mutismo en el funcionario corrupto.
Pero ¿dónde tiene su origen este problema? Luego de la detención de Osiel Cárdenas Guillén, la plaza se quedó sin su líder. El rompimiento de un pacto el 18 de enero, ocasionó una guerra sin tregua entre estos dos grupos.
La ruptura fue provocada porque los sicarios de Eduardo Costilla El Coss, quien quedó al frente del cártel del Golfo junto con Ezequiel Cárdenas Guillén asesinaron en Reynosa a Víctor Peña Mendoza, El Concord 3, operador financiero de Los Zetas, dirigidos por Heriberto Lazcano Lazcano y Miguel Treviño Morales.
La situación provocó que se tuvieran que suspender clases en varios planteles de educación básica, que los comercios cerraran, que la representación consular de los Estados Unidos suspendiera labores y que prácticamente las familias reynosenses se quedaran en sus casas.
La Secretaría de la Defensa Nacional informó que miembros del Ejército se habían enfrentado con presuntos miembros de la delincuencia organizada que los agredieron en Matamoros, Tamaulipas, con saldo de cuatro sicarios muertos.
Después de tanto hermetismo por parte de las autoridades de ese estado, lo dieron a conocer para evitar suspicacias.
Reynosa es el ejemplo mismo de que el narcotráfico ha permeado de manera alarmante en la estructura de las corporaciones policiacas. Años atrás, Nuevo Laredo registraba varias ejecuciones. Hoy de nuevo está en la mira el estado de Tamaulipas.
La ética es para quien escribe y para quien lee. El lector compra notas de sangre porque le gusta, pero cuando la sangre es de su misma familia, ya no es igual.
La ética no sólo aplica para los periodistas, es para los lectores, para los funcionarios, las empresas informativas. Cada quien tiene el libre albedrío de llevarla a cabo.
Éste es un extracto de lo que un lector puso en referencia a lo abordado: “Para muchos que vivimos en Reynosa estamos en una situación de pánico por los enfrentamientos de estas dos organizaciones; y es indignante que todos los políticos, desde el presidente municipal, gobernador y Presidente tratar de minimizar el gran problema.
“Los vehículos pasean ya con su logo en las camionetas CGD (cártel del Golfo) y en ningún lado aparece la violencia de cada semana. Uno tiene que leer en el facebook si está pasando algo para decir salir a comprar, cenar o visitar a los familiares. Es una situación insostenible. Ojala la prensa nacional le de la relevancia que merece todo este estado de sitio que se vive en Reynosa”.
La calidad informativa y la ética son clave para que el lector de nuevo recupere la confianza de los diarios. No hacerlo, terminará por hundirlos todavía más.

La etica, lo clandestino y lo oficial

La clandestinidad se abre como alternativa en las redes sociales para cualquier ciudadano y para desgracia de los gobernantes.
Lo que se olvida es que el periodista es autónomo, independientemente el medio en el que trabaje, puede escribir lo que no puede en su medio, en otros. Buscar los resquicios, lo nuevo, lo clandestino podría ser una nueva ruta.
Facebook y Twitter son nuevas herramientas que puede utilizar el periodista, lo que no significa que sea periodismo o que un ciudadano pueda ejercer periodismo.
Porque al twittero tal vez le faltarán elementos para interpretar y eso dependerá de su cultura. Sin embargo, el periodista puede hacer uso de estas herramientas como una alternativa para publicar lo que en otros lados no puede.
Porque desde un blog tus contactos podrán leerte porque “en la clandestinidad se respiran aires libertarios” y “alto tiraje no significa mayor influencia”.
De hecho esto lo vemos con escritores que nunca han podido que sus obras sean publicadas por una editorial, o músicos que no logran grabar con los grandes consorcios musicales y así por el estilo.
Es una forma, distinta, diferente y que tiene que ser retomada. La autonomía de uno para decir algo importante: eso también es periodismo.
Mi opinión es que la ética periodista se encuentra en cada uno que la ejerce. Si tu entrevistado te pide que no lo cites porque esa información pone en peligro su vida, no lo citas.
Tiene mucha razón Omar Raúl Martínez cuando dice sobre las cinco razones por las cuales se incurre en conductas alejadas de toda integridad, responsabilidad y profesionalismo dentro de esta profesión: corrupción, conflicto de intereses, espectacularización de la noticia, falta de acceso a la información de los órganos del estado (lo que deriva en engaño) y ausencia e incompetencia del periodista.
Estos vicios seguirán existiendo en aquellos reporteros que su ideal no sea el de servir y pienso que los periódicos son necesarios para la sociedad y aunque existe mucha desinformación, el ciudadano tiene la obligación de comparar la oferta comunicativa que ofrece cada uno y hacer su propio criterio.
Los verdaderos periodistas ofrecen una lectura distinta a lo expuesto, a lo superfluo. Llenan de contexto la nota informativa, con datos, con periodismo de investigación, que cuesta más trabajo pero que deja más satisfacciones.
Es posible que las grandes cadenas de comunicación deban buscar resquicios para presentar información que denuncie. Un periódico sin publicidad deja de existir, muchos alienados con las diferentes esferas del poder.
Debemos preguntarnos si es ético que un intelectual, fotógrafo o periodista se llene de premios a base de dolor y tragedia de la gente común, o si es ético que el periodista reciba el famoso “embute” ante los míseros salarios y explotación dentro de las redacciones.
El periodista tiene que informar para que la ayuda llegue como en el caso de la inundación en Chalco, o el terremoto en Haití. Su labor no es la de rescatar, lo que no significa que puede asistir a una persona si sus posibilidades se lo permiten.
Por otra parte, el periodista debe de exigir derechos laborales, crear condiciones que permitan el reconocimiento a su labor a partir de asociaciones civiles o sindicatos, a pesar de los obstáculos que existan.
Hay que diferenciar el periodismo que desacredita la profesión y me refiero al que se centra en escoger la tragedia y sangre para vender conocido como “amarillista”. Ese que utiliza una escritura exagerada y excesiva y aquel otro el que recibe el “embute” desde su una cabina de radio, periódico o cabina de televisión.
“En la literatura siempre se delata el literato”, por lo que coincido en que los elementos básicos del periodismo son la denuncia y la sinceridad.
Otro factor es que la cultura del entretenimiento y la cultura popular han trastocado al periodismo y lejos de retomar en debate en los cambios que requiere nuestra sociedad, se han enfocado en mostrar lo superficial, lo que entretiene pero no informa, que manipula y aliena, lo que vende.
Ahí están el Teleguía y demás publicaciones bochornosas que también son un reflejo del escaso nivel cultural de los lectores mexicanos.
Repetición infinita de irreflexión e información basura en los televisores, en la radio y en los periódicos que se debe erradicar.
La educación y la cultura en el periodismo podrían erigirse como los libertadores de la desinformación en un mundo donde los datos en Internet corren en demasía y con mucha celeridad.
“El cómo se dice importa tanto como el qué se dice” y cada diario lo hace a su manera. El lector escogerá con quien tiene más afinidad y escogerá aquel que le ofrezca información que le sirva.
Para los jóvenes no hay discusiones ni polémica ni debates porque se han uniformado criterios de las llamadas “vacas sagradas” del periodismo a las cuáles no se les puede cuestionar porque lo creen saber todo.
Tampoco enseñan al novato porque si le enseñan existe el riesgo de que lo puedan reemplazar. Mediocre pensamiento en las redacciones.
Como dice Víctor Roura, en el caso de la prensa cultural. Los principales rotativos del DF se hallan secuestrados por los llamados intelectuales, por las grandes editoriales o por funcionarios públicos.
Las páginas del periódico se llenan entonces con temas elitistas, inaccesibles al tipo de lector que tenemos en México. Un periodista es un escritor aunque un escritor no necesariamente tiene que ser un periodista. Yo agregaría que es un testigo y narrador en su particular punto de vista.
También es cierto que muchos quieren difusión, publicación de una nota para intereses ajenos a lo que es el periodismo. El periodismo pone en la palestra lo relevante y no para exaltar el ego de aquél que buscó al medio para salir a nivel nacional y hacerse publicidad gratis.
En este rubro de periodismo cultural, recuerdo una experiencia en el periódico La Jornada cuando hacía una suplencia como redactor con Pablo Espinosa. Estaba trabajando un reportaje en 2008 sobre la historieta en México que cumplía 100 años como cultura popular y se me ocurrió entrevistar a Carlos Monsiváis.
Sabía de su afinidad para coleccionar las historietas de La Familia Burrón. Le pedí una entrevista, hablé con él por teléfono y me dijo que le enviara las preguntas por correo. Nunca las contestó.
Posteriormente entrevisté a Bachán, un historietista de la nueva ola. Lo que me dijo, considero, se me hizo importante, novedoso y actual. Lo que pudiera haber dicho Monsi, con sus divagaciones, tal vez, hubiera sido intrascendente en mi reportaje, el cuál, nunca se publicó.
En mi opinión el compromiso social y la reflexión que puedas provocar en el lector, deben ser los principales ejes que rijan la actividad periodística y ese debe ser el ideal.
Me parece que es necesario que se regrese a los principios que dieron origen al periodismo y también se presenta como la nueva estrategia para decir algo distinto, de manera inteligente y reflexiva.

Los riesgos del periodismo actual en México

Ser periodista en México se ha convertido en una actividad más riesgosa, mal remunerada, poco reconocida por la sociedad y de difícil acceso para los nuevos estudiantes de comunicación.
En un estudio, Reporteros Sin Fronteras catalogó a nuestro país como el país más peligroso par ejercer ya que en los últimos nueve años suman 55 los periodistas asesinados en México.
Según un informe elaborado por Article 19 y Cencos en 2009 sobre libertad de expresión en México, se registraron 244 agresiones contra periodistas y medios de comunicación. En 65 % de ellas, los presuntos autores materiales fueron identificados como funcionarios y el 6 % como criminales.
El número más alto de ataques se dio en los estados de Oaxaca, Veracruz y Chihuahua, aunque por el grado de violencia destacan Durango, Sinaloa, Guerrero, Michoacán y Quintana Roo.
El reporte enumera que en 2009 fueron asesinados 11 periodistas. La mayoría de estos se concentra en trabajadores de medios impresos con cobertura estatal o local, de género masculino.
En el sexenio de Vicente Fox ocurrieron 25 crímenes contra periodistas mientras que en los primeros tres años del gobierno de Calderón suman 22 los asesinatos, además de la desaparición de la primera mujer con lo que se eleva a nueve el total de periodistas desaparecidos.
El fenómeno continua creciendo y llama la atención que de las agresiones hacia periodistas, el 65 % fueron identificados como funcionarios públicos, 7.79 % como partidos políticos y sólo 6.15 % como delincuentes.
Al desglosar los casos de funcionarios públicos 40.63 % corresponden a servidores públicos y personas con cargo popular, mientras que 59.38 % se atribuyen a fuerzas de seguridad del Estado (Ejército, policías federales, estatales y municipales)
Es decir, aquellos obligados a proteger la integridad de los comunicadores se presentan como los principales agresores.
El desinterés por parte del gobierno en este tema queda validado cuando a cuatro años que se creó la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra Periodistas de la Procuraduría General de la República, su desempeño se reduce en promedio a un caso por año.
Del total de esas agresiones 83.61 se perpetraron contra periodistas y 10.66 contra medios de comunicación. El 75 % de los ataques se llevaron a cabo contra medios impresos, 10.25 % contra radiodifusoras y 8.25% contra televisoras.
Es posible que los ataques a medios escritos sean más recurrentes debido a que una nota escrita narra detalles importantes que en ocasiones los medios electrónicos no pueden profundizar por falta de tiempo.
Sobre los recursos que proporcionan las empresas de comunicación para la seguridad de los reporteros, el estudio reveló que el 43.74 % de éstas, no destinan recursos para ello; 31.25 % recurren a publicar información o fotos sin firma y en 12.5% de los casos resuelven hacer un cambio de fuentes.
Lo que pone en entredicho la protección que las empresas de comunicación ofrecen a los periodistas, un respaldo traducido en lo jurídico, laboral, económico y profesional.
En México la labor del periodista no es una labor segura y continúa el crecimiento de las violaciones a los derechos humanos imputadas a las fuerzas de seguridad pública y armadas.
Apenas el 12 de febrero reporteros y fotógrafos de Guerrero marcharon por las calles de Chilpancingo para exigir al gobierno de estado aclarar el asesinato del director de los semanarios El Oportuno y El Sol de la Costa Chica, Jorge Ochoa Martínez, asesinado el 29 de enero en el municipio de Ayutla de Los Libres, región de la Costa Chica.
Este asesinato se suma al de Misael Tamayo Hernández, director de El Despertar de la Costa; el conductor de Radiorama en Acapulco, Juan Daniel Martínez Gil y el corresponsal de Televisa en Acapulco, Amado Ramírez Dillanes.
La periodista María Idalia Gómez, autora del libro Con la muerte en el bolsillo –investigación sobre el crecimiento del narcotráfico en México desde 1990—, enumera algunas medidas preventivas: modificar la rutina del afectado; tener más comunicación con la redacción; entablar horas especificas para que el informador se reporte con el editor; que tanto el amenazado como el medio tengan teléfonos de compañeros de redacción y de emergencia.
Considera que otra forma de prevenir el secuestro o asesinato de un informador es presentar a los lectores un trabajo de calidad; tener la capacidad de crítica y análisis, confrontar las declaraciones de las mismas autoridades, dejar de ser voceros y explicar el problema desde su contexto.
Otro rubro que merece atención es el salario de un periodista. El periodismo está considerado por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos como una profesión y de acuerdo a la zona económica en 2008 los salarios van desde los 148.05 a los 157.56 pesos diarios.
Para Manuel Fuentes Muñiz, especialista en temas de justicia de la Universidad Autónoma Metropolitana, varias empresas de comunicación para evitar cubrir el salario mínimo profesional del reportero se les inscribe en el IMSS como auxiliares reduciendo su salario a 49.50, 50.96 y 52.59 pesos diarios.
Son escasos los periodistas que están reconocidos formalmente como tales. La mayoría se les contrata de manera verbal o por honorarios, no reciben prestaciones legales ni tampoco seguridad social.
“En ocasiones se les impone como condición para ingresar a un centro de trabajo firmar una hoja en blanco, para ser usada en el futuro, como renuncia a sus derechos laborales en caso de despido”.
Menciona que existen casos conocidos de periodistas que con el fin de conseguir un contrato, al principio no cobran salario. Aceptan ser “meritorios” de meses y años, al servicio de muchos jefes y sometidos a intensas cargas de trabajo sin límite de horario.
Otros, indica, son los llamados free lance, los cuales, a pesar de estar en jornadas intensas para lograr la nota, se les compra su trabajo como si fuera un producto de mercado, sin asumir ninguna responsabilidad laboral. “Nadie se hace responsable de ellos si sufren un accidente de trabajo o si son agredidos por la nota escrita o gráfica que se ha difundido”.
La carrera de comunicación es una de las más demandadas en las universidades. Sin embargo, la encuesta nacional de ocupación y empleo realizada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática en 2007, demostró que 70 % está desempleado o se desempeña en actividades productivas alternas.
Sólo el 30 % de los mexicanos egresados de la Licenciatura en Comunicación, señala, encuentran un empleo relacionado con la carrera.
Ese mismo año el periódico Reforma publicó un artículo en el que ubicaba esta licenciatura como una de las diez carreras menos redituable y con mayor demanda estudiantil. Reforma documentó que entre 2007 y 2008 habían 72 mil 244 estudiantes de esta carrera.
En conclusión, aquel que ejerce periodismo en México encontrarà limitantes laborales, profesionales y sobretodo en cuanto a su integridad.
El periodismo ha cambiado, ya no es un oficio, es una profesión que necesita del reconocimiento como eje de cambio para la sociedad, la cual también tiene la responsabilidad de informarse.
Mi opinión es que el periodismo cumple cuando tiene un compromiso con la sociedad, de presentar los hechos que le afectan y de hacerla reflexionar para que tome decisiones; no obstante el bajo perfil educativo y las carencias que tiene la sociedad mexicana para discernir sobre la realidad.
En la medida en que el periodista sea autónomo de su propia opinión y no la de su medio, es posible que pueda recuperar respeto en su profesión.
Tal vez la saturación de información obliga al periodista a separar la que sea necesaria, para darle una lectura distinta, no oficial, ni corporativa.