jueves, 30 de septiembre de 2010

La protección de los medios hacia periodistas, ¿existe?


Luis Reyes
Valente Rosas lleva seis años como reportero gráfico. Trabaja en el periódico El Universal. En su vida diaria le toca cubrir choques, incendios o bloqueos con una cámara en la mano. El 16 de diciembre de 2009 nunca se imaginó que le darían la orden de cubrir el operativo en donde murió Arturo Beltrán Leyva El jefe de jefes.
Su historia es una de tantas que viven los fotógrafos y periodistas, en las que las garantías para ejercer su labor se ven vulneradas por las autoridades y por el medio en el que trabajan.
Rosas nos compartió esa historia y el frenesí de saber que tenía que trasladarse al complejo residencial Altitude, ubicado en la colonia Lomas de La Selva, en Cuernavaca, Morelos. A la orden tuvo que pedir dinero a la redacción para ir porque “no tenía para las casetas”. Al llegar a los lujosos condominios a las 11 de la noche ya había medios en la entrada. “Adentro no dejan pasar los marinos”- le dijeron.
Entonces un grupo de reporteros de medios nacionales pregunta y pide el permiso a los elementos de la Armada de México. Los marinos les dicen que "El Pulpo" es el bueno y reciben la autorización. Sólo les dan acceso a Televisa, Tv. Azteca, La Jornada, El Universal.
Llegan al lugar donde se suscitó la balacera. Dice que ni siquiera le pidieron su nombre, ni le revisaron sus bolsillos. En la entrada, describe que se podía observar el cuerpo de un sicario que se tiró con un rosario marrón en la boca. En un cuarto presuntamente del Barbas un San Judas Tadeo ¿El jefe de Jefes le rezaría a este santo?
En el suelo de las habitaciones, el elevador y los sillones de piel: esquirlas, casquillos, sangre coagulada “como en una película”. Beltrán Leyva desfigurado. Entonces utiliza un lente angular y toma las fotografías frente el grupo élite de la Armada de México sin ninguna restricción.
Al Barbas se le aprecia con el brazo izquierdo fracturado. Según Rosas el gobierno manipuló a los medios para que entraran a la escena del crimen. Los click de la cámara hacia la Biblia y el Santo Niño de Atocha del sinaloense que decidió dividirse del clan de El Chapo Guzmán para formar su cartel.
Los marinos comienzan a bajar los cuerpos. Pero antes, cuenta que los del Servicio Médico Forense le bajaron los pantalones a Beltrán Leyva. Mensaje ¿para quién y para qué? ¿Para humillarlo, degradarlo? Lo tapizan con billetes. A los medios escritos los dejan 10 minutos. Rosas se apresura y hace unas tomas más. Televisa y Tv. Azteca tuvieron acceso todo el tiempo que duró el operativo.
Luego nos cuenta que se subieron tres fotos al portal con su nombre en El Universal cuando había pedido que no lo hicieran para proteger su integridad, no obstante así fue y circuló por Internet. El periódico a través de su agencia las revendió. Más o menos él hizo unas 80 fotos. El precio por ellas, no se sabe.

Cuando supo que su nombre con las fotos que había realizado estaban en la red, tuvo miedo, horror. Mejor Pagar un hotel y no poner en riesgo a su mamá. Su hermano se parece a él y por eso las noches sin dormir. Hasta sus compañeros le decían: “No te vengas conmigo compañero”.
¿Seguro social, seguro de vida? No. Ocho días sin dormir y ahora sigue trabajando luego de recibir una gratificación económica. ¿Qué vale más?

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Conquista femenina


Luis Reyes
¿Llegaron mujeres con Cortés? ¿Quiénes eran? ¿Cómo era el mundo de las mujeres aztecas? ¿Cómo amaban las unas y las otras? ¿Cómo sobrevivieron el mundo de la guerra? Estas interrogantes son abordadas en Vainilla, de Angélica Sánchez, una novela histórica que entreteje voces femeninas para contar La Conquista.
El libro es una continua reflexión introspectiva de sus personajes: la traductora Malintzin, asociada a la madre violada en el ensayo El Laberinto de la soledad, de Octavio Paz; Sor Espada, española que después de religiosa, se disfraza de hombre en busca de libertad en el Nuevo Mundo; y Lourdes, otra española que también viene a la Nueva España con el fin de encontrar un marido enriquecido por la guerra.
En entrevista, Angélica Sánchez, explicó que consiguió una beca de la Universidad de Arizona en el Departamento de Estudios Latinoamericanos para ir a Sevilla, la cuál le permitió elaborar una investigación sobre los Asuntos de Contratación del Archivo de Indias. “Ahí están los contratos que se hicieron, los nombres de españoles que vinieron y desembarcaron en México. “Fue una gran experiencia como escritora haber recurrido a las fuentes. Esa sensación de veracidad porque el objetivo principal del libro es darle voz a todas las mujeres de esa época. Al principio iba a enfocarse más a las indígenas. Cuando llegué allá, me dí cuenta que de las españolas tampoco conocemos mucho”.
En su opinión la mujer indígena fue la que más perdió “porque antes se veía reflejada en todo ámbito. Habían diosas grandes como la Coatlicue que manejaban El Cielo y La Tierra. Por cultura los aztecas tenían una mente cosmogónica de equidad y armonía donde la mujer era igual de importante que el hombre. Por el contrario, las españolas llegaron necesitando un hombre que les administrara el dinero y su espíritu. Eran consideradas menos que el hombre”.
La también dramaturga resaltó que Malintzin se convirtió en el anillo que unió dos culturas, aunque nadie sabe si lo que dijo lo dijo realmente Cortés. “En su boca estuvieron dos mundos, unió dos universos. Está ignorada desaparecida, borrada. Hay una deuda histórica con ella”, precisó.
A pesar del choque cultural, esgrimió, la mujer no perdió nunca porque jugó un papel importante para conservar las historias y tradiciones del pasado indígena a través del huipil.
“El huipil es historia y significado en cada color y figura. Es una deuda histórica rescatar la voz de la mujer. Merecemos saber de dónde venimos para entendernos mejor y dar respuesta a nuestro comportamiento”.
El texto de la editorial Amarillo Editores retoma al huipil, prenda típica del sur del país que preserva la historia contada por las mujeres de generación en generación y que está conformada por tres piezas rectangulares unidas en una sola; decorada con grecas con forma de flores o estrellas. “Cuando la mujer viste su huipil se coloca en el centro del universo”, menciona la escritora.
Dijo que para escribir su obra tuvo contacto con María Luisa Puga, quien antes de fallecer escribió el prólogo de su obra y la alentó a terminarla. “Necesitaba transgredir para acercarme a los temas que me interesaban. De una forma ella me impulsó. Fue mi guía”, abundó.
A través de las páginas de Vainilla se narra la historia de Malintzin, nacida el doceavo día según consta en el libro de los destinos. Un día nefasto. Su padrastro la regaló a unos indios que la vendieron a un señor de Tabasco. Años más tarde éste la obsequió como esclava a unos dioses que llegaron del Oriente. Fue como conoció a Cortés, quien le pidió que fuera su traductora por hablar náhuatl y maya.
Ella testifica la derrota de Hernando y sus lloriqueos en un árbol de Tacuba. El cambio de la lengua y la religión y cómo después de caer Tenochtitlán, la única preocupación del conquistador era el oro, no la ciudad devastada. Posteriormente conoció a Macuilzochitzin, princesa mexica que tejió el huipil que guarda aquélla historia.
El relato de Sánchez también cuenta que Sor Espada fue internada en un convento a los cuatro años. Cuando cumplió los 15, tomó las llaves de la puerta principal del lugar, se cortó el cabello y escapó vestida de hombre. Así supo que un galeón partía al Nuevo Mundo y se enroló con Hernán Cortés. Espada calcula que los que realizaron tan peligrosa travesía eran 600 hombres y 13 mujeres.
Así pasó el hambre por la selva, mató a indígenas en Tlaxcala, derrotó a los aztecas y hasta festejó la reconquista, luego de que se organizara un baile en el palacio de Coyoacán. Presenció la reconstrucción de la ciudad y los burdeles de mujeres andaluces para los españoles melancólicos por su patria.
Para Lourdes, los navíos en los que se embarcaron eran insalubres pero al atracar en Veracruz la trataron como a una reina. Pronto se enteró de que su esposo había estado viviendo con una india bajo un mismo techo. Su testimonio describe la situación política inestable, la usurpación por el poder, los enfrentamientos, el desorden burocrático.
De Sor Espada, agregó que en realidad se llamaba Catalina de Erauso, monja de alférez. Sus memorias en 200 hojas sueltas se fueron desperdigando a través de los siglos hasta quedar sólo un puñado de manoseados fragmentos que rescató a mediados del siglo pasado un investigador de Xalapa.
Sánchez reconoció que después de escribir la novela, puede decir que viene “de una tierra en donde nuestras antecesoras se arremangaron los huipiles para luchar contra los españoles; que no solo era sumisas y traidoras sino que manejaron grandes rituales aztecas, la economía. Eran poetas”.